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Bienal de Venecia 2016


Bienal de Venecia

Como cada dos años, a excepción del festival cinematográfico, se volvió a celebrar en Venecia la Bienal de Arquitectura. Durante esta Bienal de Venecia 2016, el pabellón español bajo la dirección de Iñaki Carnicero y Carlos Quintáns, ha obtenido el mayor galardón que se entrega en este festival con la figura del León de Oro.

Nueva arquitectura, viejos preceptos

Desde una nueva terminología, introducida en su mayoría por dirigentes políticos asesorados por sus directores de marketing, se presentaba esta nueva edición de la Bienal de Venecia 2016 con la dirección del flamante premio Pritzker de 2016, Alejandro Aravena. Alejandro, que es un vendedor realmente avispado, centro la conferencia de esta edición en la desconexión que se produce hoy en día entre la arquitectura y la sociedad civil. Sin embargo, esto no es algo nuevo. La falta de relación entre la arquitectura y la sociedad civil lleva varias décadas produciéndose, pero que tras los últimos acontecimientos producidos por la grave crisis financiera y social que azotan todo el mundo, ha visto como esa brecha se ha incrementado, provocando una nueva oportunidad para que la arquitectura post-moderna siga destrozando los preceptos que definen el oficio del arquitecto.

“As architecture is the most political of all the arts, the Architecture Biennale must recognise this”, estas son las palabras que utiliza Paolo Baratta, presidente de la convención, durante la presentación de la Bienal de Venecia 2016. Son palabras realmente importantes, pues dan habida cuenta del momento que vivimos. La arquitectura ha traspasado los límites del espectáculo en los que podíamos catalogar a las iglesias, palacios y edificios reseñables dentro de la estructura urbanística, para convertir en un mero trampantojo la arquitectura residencial, como demuestra el propio Aravena en sus viviendas en Villa Verde. Lo que hasta hace poco tiempo era utilizado por los habitantes de una zona determinada dentro de un territorio para expresar su cultura, se ha reinventado con fines políticos, perdiendo de esta manera, cualquier sello de identidad.

Significativa es también la imagen escogida para el cartel de la muestra por Aravena. Para sintetizar el concepto de esta Bienal de Venecia 2016, la fotografía muestra a Maria Reiche subida a lo alto de una escalera desde la que observa, situada en un lugar superior, las líneas de Nazca, para de esta manera poder comprender el emplazamiento arqueológico. En la retórica del propio Aravena, esto es utilizado para expresar que la arquitectura actual necesita de un cambio en el punto de vista, escuchando todas las voces del entorno. Sin embargo, es interesante comprobar como en la ilustración seleccionada Maria se sitúa en un lugar superior para tratar de tener una imagen completa del sitio arqueológico, situación muy similar a la que los arquitectos adquieren con la arquitectura actual. Se olvida el propio Aravena que un arquitecto no puede contribuir al proceso constructivo salvo descendiendo al lugar en el que se va a edificar, adquiriendo unos conocimientos humanísticos y sociales que no son posibles sólo si uno trabaja codo con codo con la sociedad civil, de la que tanto se presume en la muestra. La única forma de proyectar de manera adecuada, es atender a la historia y la tradición que adquirimos por medio de la transmisión oral y escrita.

Un pabellón español sin cultura española

Pabellón de España Bienal de Venecia 2016“Unfinished”, que es el título con el cual se presentó la propuesta española en esta Bienal de Venecia 2016, deja claro ya desde la elección del propio nombre, las carencias de una exposición cuya primera renuncia a la tradición y la cultura española se presentan en la utilización del idioma inglés en lugar del propio castellano.

Así, la amplia mayoría de los 55 proyectos seleccionados, recuperan el hormigón, el vidrio y las estructuras metálicas como materiales principales para la construcción de sus propuestas. Estos materiales se utilizan para perpetuar los preceptos de la arquitectura postmoderna y el movimiento internacional, a la hora de enfrentarse a soluciones para proyectos “sin terminar” dentro del territorio español.

En los casos en los que las propuestas se realizan sobre elementos patrimoniales, el diálogo y el respeto por las arquitecturas del mismo apenas si quedan en unas fotos “resultonas” del mismo. Una vez más, el arquitecto español, ferviente seguidor de grandes vendedores de arquitectura como Le Corbusier, se olvida de la cultura y el entorno en el que se encuentra, para terminar colocando su ego en el lugar del proyecto y más tarde mostrarlo en su página web.

Ni que decir tiene que la famosa sociedad civil con la que se llena la boca el director de la Bienal de Venecia 2016, no aparece en ninguna de las propuestas allí presentadas. Las reivindicaciones de la ciudadanía del entorno, la oportunidad de involucrar a los vecinos en las propias recuperaciones de espacios comunes y el momento histórico para volver a desarrollar técnicas tradicionales de las que estamos quedándonos huérfanos, dejan paso a una nueva especulación económica y a las portadas de revistas que alimentan el ego de estos arquitectos, más necesitados de reconocimiento internacional que de la propia satisfacción de la participación de un proceso colectivo.

La obtención del León de Oro por parte del pabellón español en esta Bienal de Venecia 2016 deja al descubierto los principios actuales de una arquitectura que, con el paso de los años, no sólo no construye nuevos espacios al servicio de la sociedad, si no que destruye los pocos que aún conservábamos de otras épocas en las que arquitectura popular y la cultura, iban de la mano.

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